Enrique Diego-Madrazo y Azcona nace el 28 de febrero de 1850 en Vega de Pas. Desde niño muestra un carácter inquietante por el aprendizaje, con lo que tras acabar el bachillerato en el colegio de los Padres Escolapios de Villacarriedo decide ingresar en la facultad de medicina de Valladolid en 1865, concluyendo su doctorado en Madrid en 1870 a los veinte años de edad. Su primer trabajo como médico lo ejerce en la localidad de Espinilla (Reinosa), aunque sólo por unos meses, pues su hiperactividad intelectual le llevará a trasladarse ese mismo año a París, donde ampliará sus estudios sobre fisiología con el eminente doctor Claude Bernard y estudiará los nuevos métodos asépticos con Joseph Lister y Louis Pasteur, manifestante de las teorías microbianas.
Movido por un ideal revolucionario de lo que debería ser la medicina en España, se traslada en 1874 a Alemania para continuar con los estudios referentes a la esterilización y prevención de gérmenes en los quirófanos. Allí, de la mano del profesor e ilustre cirujano Richard von Wolkmann, pone en marcha todos esos conocimientos sobre la destrucción de gérmenes en las heridas por medio de agentes químicos (antisepsia) y en todos los objetos que vayan a tocar la herida o piel del enfermo (asepsia) que tanto le fascinaron cuando conoció a Lister. Es también con von Wolkmann con quién desarrolla las teorías microbianas de Pasteur, consiguiendo así evitar muchas infecciones.
Con enorme ilusión, y no menos razón, decide traer a España todos esos conocimientos adquiridos en Francia y Alemania y opta a las oposiciones de la Cátedra de Cirugía de la Universidad de Barcelona en 1876, oposición que gana pero que es vetada por el ministro de fomento, el conde de Toreno, debido ya a sus liberales y lógicas ideas políticas, incómodas en aquellos tiempos. Injustamente desprovisto de esta cátedra decide entonces opositar a la Sanidad Militar, obteniendo el número uno de la prueba, pero en el ejercicio de su plaza sus métodos diferían mucho de las obsoletas prácticas de sus colegas, lo que le provocó un enfrentamiento con el General de la Escuela Militar de Madrid, quién no aceptaba que el doctor Madrazo dejara de aplicar los métodos tradicionales como las sangrías o las purgas estomacales. Ante tal incoherencia decide entonces presentar la dimisión en la Sanidad Militar y pasa a ejercer la cirugía en su propio domicilio de Madrid en la calle Preciados.
Por aquellos años los hospitales, más que centros de salud y recuperación, no eran sino un foco de infecciones concentradas. Madrazo aplica sus conocimientos sobre la asepsia y antisepsia y a la vista de sus magníficos resultados comienza a ser alabado por sus pacientes y por la comunidad científica del fin de siglo. En el año 1881 es, por fin, nombrado Catedrático de Patología Quirúrgica en Barcelona, oposición que había ganado cuatro años antes, y en su labor profesional se volcó en hacer ver a los políticos del país las graves deficiencias que había en España en cuanto a la enseñanza y, concretamente, en cuanto a la enseñanza de la medicina. Él quería estudiar la anatomía en el cadáver y la clínica en el propio paciente, algo lejos de la realidad en aquella época. Cansado de tanta ineptitud decide nuevamente presentar su dimisión y renuncia a la Cátedra de Patología Quirúrgica.
Harto de tanta incomprensión decide entonces volver a su pueblo natal de Vega de Pas y funda el 20 de agosto de 1894 su primer Sanatorio Quirúrgico, número uno en España en cuanto a práctica médica. Es en este sanatorio donde sigue aplicando sus métodos de asepsia, provocando un movimiento operatorio superior a todas las previsiones. A lo largo de un año realizó 333 operaciones con un resultado de tan solo 5 fallecimientos.
El material médico con el que dotó al sanatorio de Vega de Pas fue de lo mejor de su época, acorde con lo que debería ser la nueva cirugía aséptica que, posteriormente, introduciría en otros hospitales de España. Una de las características que más apreciaron los pacientes de este sanatorio fue la buena alimentación, incluidos los magníficos sobaos pasiegos que su cocinera Eusebia Hernández Martín les hacía. El Doctor Madrazo siempre decía que la alimentación del enfermo era un buen complemento para la cirugía: “...si el organismo operado carece de energía alimentaria después de la intervención, difícilmente podrá conseguir una buena cicatrización.” El sanatorio Madrazo de Vega de Pas concede idéntica importancia a la alimentación que a la medicación.
El éxito conseguido en Vega de Pas le llevó a crear en 1896 su segundo sanatorio, esta vez en la ciudad de Santander, con un presupuesto de 750.000 pesetas, todo un capital para la época, y donde no sólo reforzó su éxito médico sino también social. Madrazo había colaborado en el Hospital Provincial cuando tuvo lugar la explosión del buque “Cabo Machichaco” en el año 1893 y su buena práctica médica impulsó a las autoridades a apoyar en todo momento la construcción del nuevo sanatorio en el que una de las mayores y más importantes innovaciones radicaba en la creación del servicio de anatomía patológica, gestionado por su discípulo y paisano Juan José Herrera Oria, que se había especializado en la ciudad alemana de Berlín. Su condición de científico y pedagogo llevaría a Madrazo a publicar a partir de 1911 la edición mensual de su reputado Boletín de Cirugía, con una tirada de cinco mil ejemplares, para dar a conocer la labor en que él y sus colaboradores se ejercitaban y que en sus propias palabras pretendía que: “...en vez de recluirse en la silenciosa sala de operaciones, saquen al bullicio de la plaza pública el fruto de sus enseñanzas.”Es en estos años cuando emprende también su labor como escritor de obras de teatro, ensayos, publicaciones médicas y numerosos artículos periodísticos sobre el regeneracionismo, la política, la concepción de España y el cultivo de la especie humana; incluso redacta una Ley de Instrucción Pública. Los años que siguieron a la fundación del sanatorio Madrazo de Santander, considerado entonces como el mejor de su época, fueron los más fructíferos en prestigio para don Enrique, que mantiene continuas relaciones con científicos, escritores, políticos y hombres del saber en una sociedad que despertaba en el nuevo siglo XX. Su afán por mostrar sus ideales de esta sociedad le lleva incluso a arrendar el Teatro Español de Madrid, donde representó sus obras teatrales sobre ese cultivo de la especie humana que él denominaba.
Inquieto por ese sentimiento pedagógico decide construir, también en su pueblo de Vega de Pas, unas escuelas públicas dotadas de sala de música, gimnasio, cocinas, baños, piscina, biblioteca, y veinticuatro microscopios para uso escolar que a menudo fueron solicitados en préstamo por las Universidades de Madrid, Barcelona o Valladolid. Sus principios de educación se basaron en la libertad y convivencia, en el aprendizaje progresivo y en el contacto del niño con la naturaleza viva. Es entonces cuando por Vega de Pas comienzan a desfilar personalidades ilustres del mundo de la cultura, de la ciencia y de la política. Aquí le visitan entre otros el Premio Nóbel de Medicina Santiago Ramón y Cajal, los escritores Miguel de Unamuno, Benito Pérez Galdós, Emilia Pardo Bazán, José María de Pereda, los políticos Nicolás Salmerón, Matilde de la Torre, el Presidente de La República española don Niceto Alcalá Zamora, el general Queipo de Llano, Giner de los Rios... y un largo sin fin de personalidades.
En sus años próximos a su jubilación como cirujano desarrolla su más amplia labor literaria. Su obra le sirve como forma de expresión para dar a conocer sus ideas pedagógicas, eugenésicas, médicas, políticas y sociales, dejando constancia de su pensamiento y vocación por dar a conocer al pueblo las cuestiones que él consideraba beneficiosas.
Pero el triste destino que esperaba a España fue el triste destino del doctor Enrique Diego-Madrazo. Los continuos y desastrosos últimos gobiernos de la República española conducen a un no menos desastroso alzamiento militar que sumergen a España en una penosa guerra entre hermanos en 1936. Madrazo, ya muy anciano, es enviado a prisión por la única culpa de su voluntad de ayudar a ser mejores y más libres. En 1942 es liberado y pasa sus últimos meses en su domicilio de la calle Castelar en Santander. Enfermo y casi ciego es arropado por sus familiares y amigos más cercanos, entre ellos el que años más tarde llegaría a ser Cardenal de la Iglesia Católica, don Ángel Herrera Oria, nieto también de pasiegos. El 8 de noviembre de ese mismo año, a los 92 años de edad, el doctor Enrique Diego-Madrazo y Azcona fallecía en los brazos de su sobrino Manuel Martínez-Conde, en quién depositó su legado médico y cultural.
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