En la edad Media la administración local y el gobierno de los pueblos recaían en los concejos, palabra que deriva del latín concilium, que significa reunión o asamblea, y estos, desde la época de los celtas (siglos IX a I AC), se celebraban tradicionalmente bajo la sombra de un árbol sagrado. El árbol ha sido uno de los símbolos básicos de la tradición humana, pues emerge de la tierra y sus ramas van hacia el cielo, lo que establece una relación entre lo humano y lo divino, entre el cuerpo y el espíritu, a la par que ha sido testigo involuntario de la justicia en los pueblos indoeuropeos. Los pasiegos, de marcada cultura celta y también de origen indoeuropeo, adoptaron estas costumbres significándolas incluso en sus casas, donde de manera esquemática representaban en los dinteles de sus puertas, entre otros símbolos, también a los árboles. Como ejemplo cercano tenemos la casa junto al museo de Las Tres Villas Pasiegas, en Vega de Pas, en cuyo dintel de piedra de la ventana que se abre encima de la entrada principal podemos ver grabado un árbol, la fecha de 1779 y una cruz.
Sabemos que en los concejos de vecinos se resolvían los asuntos que más les importaban, como era el caso del reparto de prados, pastos y bosques entre los vecinos, pero también determinaban acerca de los ganados, regadíos, abastecimiento de alimentos, fabricación de utensilios para las labores del campo, arrendamientos, mercados, precios y salarios e incluso la contribución a las cargas comunes, al mantenimiento de oficios públicos como campaneros, pregoneros, verdugos y al orden y moral pública. Al principio asistían todos los vecinos a lo que se denominaban concejos abiertos, donde se podía reprender a quienes no acudiesen, pero el aumento de población y la necesidad obligada de especializarse en determinados asuntos públicos originó que los concejos fueran poco a poco recayendo en manos de vecinos expertos elegidos entre todos, especialmente a partir del siglo XIV, creándose así los concejos cerrados que fueron dotándose a sí mismos de un ordenamiento jurídico propio: las ordenanzas.
Los diferentes y variados asuntos tratados en estos concejos y el volumen de información que pasaba por sus manos hicieron que se crearan a su vez las mesas de juntas temporales, que tenían por encargo resolver los asuntos más urgentes que se presentaban a los concejos sin que hubiera necesidad de reunir a todos sus miembros. Estas juntas vecinales eran entidades jurídicas y administrativas de carácter público que se constituían en cada núcleo de población rural para atender los asuntos que, por la lejanía de los máximos gobernantes y otros problemas análogos, tenían carácter de urgencia. Para ello se reunían en torno a una mesa de piedra presidencial dispuesta, en el caso de los pasiegos, junto a un roble, generalmente los domingos después de oír misa, y eran convocados por repique de campanas específico para el caso, por toque de cornetilla o cualquier otro modelo de aviso sonoro, incluido el gucío (voz alta y enérgica para darse aviso o llamada entre los pasiegos)
La referencia más antigua que tenemos de esta mesa de piedra del concejo, que a su vez lo fue de la junta, data del año 1595, concretamente del Colegio de la Compañía de Jesús de Santander que fundase doña Magdalena de Ulloa Toledo Osorio y Quiñónes precisamente el año anterior, en 1594. La Compañía de Jesús inició una labor evangelizadora en tierras cántabras que incluía la visita a los Montes de Pas y esta misión fue descrita años más tarde por el padre Juan de Villafañe, maestro de teología en el Real Colegio de Salamanca, en su libro La Limosnera de Dios publicado en 1723. En este libro se dice: “...habían corrido lo más áspero de aquellas Montañas, especialmente los que llamaban Montes de Pas, tan lastimados del miserable estado de aquellas almas, como deseosos de su espiritual remedio...” lo que dará pié a una ejemplar lección de sociología de masas para absorber el culto pagano hacia el evangelizador: “...se determinaron los Padres Misioneros a disponer, y armar una tienda de campaña, inmediata a un gran roble, que en aquel Monte se hacía reparable por su proceridad y corpulencia...”, pues de esta manera no entraban en conflicto severo con sus costumbres y comienzan a celebrar misas: “...inmediato al grueso roble, que dije, al cual por esta razón veneraban con religioso culto...” (La Limosnera de Dios, pag.398 y 399). En realidad lo que se deduce es que los misioneros se encontraron con unas gentes que se reunían en concejo en torno a esta mesa de piedra que como era tradición estaba junto a un árbol, en este caso un enorme y corpulento roble. Los pasiegos por aquellos años ya no adoraban otra cosa que no fuese a sus vacas y a sus prados, que eran lo que les daba el sustento, los padres misioneros lo que fueron es muy avispados a la hora de tratar de seducir las mentes de los pasiegos que se encontraron y trasladarlos a su fe cristiana cautivando sus costumbres a través de estas misiones: “....persuadiéndose a que una tienda de campaña no sería habitación desagradable a un señor que tanto se precia ser Dios de los Ejércitos...” (La Limosnera de Dios pag. 398). Claro está que, a juzgar por los comentarios que sobre estas misiones recogió el padre Juan de Villafañe y conociendo el carácter suspicaz y socarrón de los pasiegos, no les debió resultar nada fácil conducirlos por los vientos favorables y reconfortantes del Espíritu Santo, pues en el libro y sobre estas misiones reconocen que: “...las más memorables fueron las que se enderezaron a hacer tratables a los hombres que vivían en los Montes de Pas, ya dichos, en donde parece que el Príncipe de las tinieblas gozaba también en paz el infeliz fruto de su tirano Imperio.” ( La Limosnera de Dios, pag.397). En realidad estas misiones y estos misioneros lo que hicieron es una interpretación muy particular y propia de la cultura y tradición pasiega, a quienes no conocían en absoluto.
Esta mesa de la junta fue también testigo presidencial de la independencia de la villa de Vega de Pas el 17 de marzo de 1689 pues desde ella, y como así lo mandaba la ley, el juez Manuel Pantoja, Caballerizo de la Reina, anunció al concejo abierto de los pasiegos de la Vega de Pas convocados la voluntad del Rey Carlos II de otorgarles el Privilegio de Villazgo, como luego haría con las otras dos villas pasiegas de San Pedro del Romeral y San Roque de Riomiera, junto a un árbol corpulento y notable que certificase a la divinidad lo que allí acontecía, porque así lo requería la tradición y cultura de los pasiegos. Los árboles altos y fuertes se han identificado siempre con seres valientes y justos, recordemos que el texto del padre Juan de Villafañe habla de un roble “... que se hacía reparable por su proceridad y corpulencia...” con lo que queda patente la relación tradicional que ha existido desde tiempos antiguos entre el árbol como elemento sagrado y respetado y la justicia como elemento terrenal y consensuado.
En un certificado de pago por bienes heredados, firmado por el alcalde de Vega de Pas José Cobo del Prado en 1834 (Archivo particular), la mesa de la junta aparece citada casualmente como referencia de posición con respecto a la casa heredada y la sitúa en el lugar de las Callejas: “... de ocho partes las cinco de una casa lindando con bienes a las Callejas y mesa de la junta...”, que es justo en el lugar en que se encuentra la fuente pública de la plaza de Vega de Pas, donde se enlaza con la carretera del barrio de Pandillo, antiguamente una ramificación de callejas hacia el citado barrio y subida al monte de La Sierra y una tercera desviación hacia el paso procesional que rodeaba a la iglesia parroquial. Este sitio de las Callejas aparece posteriormente citado en una instancia vecinal del año 1932 para la ubicación de la fuente pública ( Archivo Histórico leg. 50, Nº10), aunque la mesa ya había sido trasladada con anterioridad, posiblemente a mediados del siglo XIX, más próxima a la iglesia y junto a un fresno ya desaparecido, donde hasta bien entrado el siglo XX todavía se han celebrado concejos de vecinos; y aún son muchas las personas que recuerdan como fueron talados en este sitio cuatro enormes y muy antiguos robles en el año 1958, salvándose por fortuna el quinto que es el que pertenece a la finca del conocido cirujano y escritor pasiego Dr. Enrique Diego Madrazo y Azcona, calculado en más de trescientos años de vida y que tiene tres cuartas partes de su tronco soterrado tras el muro de piedra que lo oculta. Además esta situación es bastante lógica en cuanto a la posición estratégica de la mesa de la junta, por su elevación y disposición con respecto a la enorme plaza del pueblo, pues desde aquí se alcanza a ver todo el pando en el que se asienta y en la que los pasiegos de antaño se congregaban en los concejos para debatir su inmediato futuro.
Los vecinos de Vega de Pas siempre han sentido un profundo respeto por la tradición que significa esta sencilla pero sagrada mesa de piedra, llegando a enfrentarse al propio clero por la colocación sobre ella de una cruz de misioneros en el año 1908, como se atestigua en el acta del día uno de diciembre de ese año: “...abierta la sesión, el señor Presidente manifestó que el objeto de la misma era, como se ha hecho saber en el mandamiento de moratoria, de tratar de la colocación de la cruz que se halla puesta donde un fresno de la plaza de esta villa, colocada allí por mandato del señor cura ecónomo y misioneros que han estado en esta localidad últimamente, haciéndose cargo todos los señores concejales del asunto de que se trata y teniendo en cuenta que sin la debida autorización se ha instalado dicha cruz estropeando la mesa de piedra que de tiempo inmemorial se halla en expresado sitio, la cual ha servido, sirve y servirá como tradición para la celebración de juntas públicas en las que se hacen saber las órdenes de las autoridades, teniendo además en cuenta que el público en su mayoría ha protestado, en manifestación verbal, de la colocación de dicha cruz en el sitio expresado y que indudablemente servirá en días no lejanos algún incidente desagradable para este vecindario si sigue instalada en ese referido sitio...” ( Archivo Histórico Leg. 10, Nº 4). La cruz fue retirada de la mesa de la junta por el señor cura y se hizo de nuevo la concordia en el pueblo.
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